domingo, 5 de abril de 2015

EN LAS ROSAS

¡Si unos ojos cautivos, quisieran ser labios!
¡Si un rocío salvaje, quisiera ser lluvia!
Pero nace el rocío al morir de la noche
y se cierran los labios al no ver los ojos.

¿Dónde fue el mediodía que ando buscando
y ya cae la tarde? ¿Dónde murió noche,
si la encontré en las rosas de la oculta luna,
y alguien me dijo allí que no había nadie?

Eulogio Díaz García
HOY ESCRIBO EN MI ARBOLEDA, las palabras, solas, manan,
me miran, frente a mis ojos,
y mis ojos las taladran.

Las sombras sueñan conmigo,
la pluma, rama dorada,
escribe en colores verdes,
porque verde, aquí, es mi estancia.
Palabras para un poema,
¡mirad, mirad, qué palabras!
serán canciones, olvidos,
entre rosas engarzadas.

Sí, ya sé… ¡sólo son eso,
sé que son sólo… palabras!

Ved…Cuando nace el amor,
a través de las miradas,
¿No son espinas de hierro,
no son fuego, taladradas,
no son, como arena ardiente,
las palabras pronunciadas?

¡Ay, del poema, mis manos,
fueran palabras sagradas,
hechas en dardos de fuego,
y en el alma me quemaran!
Por eso yo, en mi poema,
buscaré sólo palabras,
como rosas encendidas,
entre arboledas del alma.

Eulogio Díaz García

viernes, 3 de abril de 2015

OIGO EL RAM, PATAPLÁN

 

Oigo el ram, pataplán, de los tambores,
procesiones de un cristo en las miradas,
espinas en cabezas traspasadas,
silenciosas figuras de extertores.

Aquí, en Andalucía -mil colores-,
la vida con la muerte van atadas,
los cristos, sus figuras tan cantadas,
las penas, en saetas, son amores.

Figuras y razón de sentimientos,
los ayes, corazones escondidos,
los vítores y palmas tan sentidos,
devociones, figuras, testamentos.

Todo, en fín, de oraciones y portentos
de las artes, la cultura, tenidos
con el alma y la fe, todos unidos
como un bálsamo herido entre lamentos.

VER TU CRUZ


Ver Tu Cruz es ver mar que me entristece,
una historia de amor no comprendida,
que muriendo en la cruz nos dio la vida
y la vida sin cruz, de amor carece.

Y es el mal, que sin luz todo entorpece,
embargada está el alma y embestida,
como ausente de sí, tan embebida,
que su olvido lo inunda, crece y crece.

¡Ay. Amor!, es mejor haber creído
la palabra de un Dios crucificado,
que morir sin su luz; de haber vivido
ignorando que está resucitado.

¡Bella historia de amor, de Dios figura,
quién pudiera entender sobrada hondura!

Eulogio Díaz García