domingo, 6 de mayo de 2012

CALLADO GEMIDO

Cuando escucho –callado gemido-
el hablar de la tarde que muere,
miro y siento el rumor del silencio;
el mutismo del tiempo que pasa.

Ver del río su cauce en sosiego,
el camino que el agua le traza,
ni una queja, ni un llanto, ni un ruido,
es canción para el alma y descanso.

Pero el sol en su ocaso me lleva
junto a él, en silencio secreto;
quedan solo poemas sencillos,
que han nacido en la sombra de un verso.
HOY ESCRIBO EN MI ARBOLEDA,
las palabras, solas, manan,
me miran, frente a mis ojos,
y mis ojos las taladran.

Las sombras sueñan conmigo,
la pluma, rama dorada,
escribe en colores verdes,
porque verde, aquí, es mi estancia.
Palabras para un poema,
¡mirad, mirad, qué palabras!
serán canciones, olvidos,
entre rosas engarzadas.

Sí, ya sé… ¡sólo son eso,
sé que son sólo… palabras!

Ved…Cuando nace el amor,
a través de las miradas,
¿No son espinas de hierro,
no son fuego, taladradas,
no son, como arena ardiente,
las palabras pronunciadas?

¡Ay, del poema, mis manos,
fueran palabras sagradas,
hechas en dardos de fuego,
y en el alma me quemaran!
Por eso yo, en mi poema,
buscaré sólo palabras,
como rosas encendidas,
entre arboledas del alma.
CANTOS QUE NADIE ENTIENDE

¡Quiero soñar en silencio,
no veis! La tarde tiene
casi cerrados sus ojos,
y el sueño, muy quedo, enciende.

Las ramas, nervios del viento,
pintadas sus hojas verdes,
acarician, junto al aire,
con su sombra suave y tenue.
El sol… que quiere buscarme,
y el río, su hablar silente,
palabras casi desnudas,
en cantos que nadie entiende.

Solos el árbol, sus hojas,
el río, que también duerme.
… y el sol, que brilla la tarde,
misteriosa y complaciente.

¡DÓNDE ESTARÁN EN SU AUSENCIA!

¡Dónde en mi plaza las rosas,
que en los rosales podados,
limpia la tierra, no hay nada!:
sólo tierra, ¡sólo tierra!
¡Silencio!, quizás dormida
 se encuentre su alerta, ¡vamos
por ellas!; posible tengan
cerca su cielo, o también
camuflados sus aromas,
-entre invisibles regalos-
digan si están vivas. ¡Mira!
aquí caía, de plata,
una gota de la fuente;
aquí el rocío cubría,
con su manto, el color púrpura
de sus vestidos de lluvia.
¡Mis rosas rojas, a dónde,
dónde estarán en su ausencia!
LAS PALABRAS SON ROSAS DE LOS ÁRBOLES,
y sus ramas los ríos que ellas sueñan,
llenos de soledades y entretiempos
como algunos que vienen y se vuelan.
El viento que acaricia y las envuelve,
son pájaros que anidan primaveras,
en los ecos de días que me encuentro
y siguen esperando algún alerta.
Ellas llaman y miran si al ocaso,
hay alguien que hacia algún agua se acerca,
naciendo entre silencios refrescantes,
o muriendo entre nómadas mecenas.
Algunas hay que estudio y las observo,
y las cuido si tienen sus carencias,
anoto si adecuado es un acento,
                                                            diga si son cantos de sirenas.
QUE TODA ESTREMECIDA

Miro el alba, que toda estremecida,
ya es un sueño de cándidos colores,
balbucea sus labios tentadores,
como un canto, mañana ya nacida.

Se remueve mi mente detenida
y mis ojos se encienden delatores,
ya no hay lunas ni oscuros agresores,
cada estrella en su sombra está dormida.

Todo es luz en su sol de firmamento
y la vida acontece en cada instante,
como tiempo que muere en toda espera.

Su color, un vivir tan incesante,
que ya es río, su mar es el acento,
y es ave, que ya vuela por doquiera.
ENTRE LOS DÍAS Y HORAS

Entre  los días y horas de mi alada estancia,
no pregunto al soñar cuando la noche duerme
ni al mirar las estrellas con su luz abierta;
ni le insisto al pasar que la flor se despierte,
si en su olor de colores me acerco muy cerca;
sólo miro, tan solo escucho el cantar breve,
que en el trino del pájaro su amor recrea
                                                                             a mi paso: ¡silencio...que se expresa leve!
FUENTE DE LOS ENAMORADOS

Conmigo vienen mis pasos,
cada árbol está es su sitio,
¿Porqué he de encontrarme solo,
si la fuente es mi testigo?

¡Ay, si alguno allí supiera,
qué cosas dice al oído!,
siempre mirando a los ojos,
de todos que allí la han visto.

Me cuenta historias de amores,
¡no sigas... que lo imagino!,
palabras dulces y tiernas,
de versos que allí han nacido.

Llorando queda ella sola,
por cosas que no ha sentido,
amor, amor...¡siempre amor!
                                                             que nacieron... y se han ido…
HÁBLALE DE MI, TAL VEZ QUISIERA

Quién pudiera ser lágrima de estío,
o recuerdo de un alma que naciera,
o palabra de un verso que supiera,
decir o entretener asunto mío.

Quién pudiera, siquiera en lo que ansío,
decir al corazón del que me viera,
háblale de mi, tal vez quisiera,
llenarle de su amor a mi vacío.

Es tanto lo que en mí siempre lo espero,
que ya ni es fiel amigo el largo empeño,
ni a veces, el consuelo es la esperanza.

Venga a mí, si es que hay alguien que lo alcanza,
me busque por doquier entre mi sueño,
a ese amor que es del cielo prisionero.



LOS VERSOS MÁS CERTEROS

Van soñando las horas cada día,
y con ellas los versos más certeros,
lloran unos, se olvidan los olvidos,
cantan otros, se alegran desde lejos.
¡Mirad este de aquí, me ha sorprendido!,
hoy nació entre la pausa de un encuentro,
no como aquél, que sólo, sin embargo,
se presenta tranquilo en el recuerdo.

Siempre es así; los vientos los describen,
nunca saben si nacen o son vuelos,
porque a veces, son plumas que se abrazan,
o estrellas, que en su brillo, se hacen templo.
Siempre yo, que me admiro en sus palabras,
y dudo si en amarlos o temerlos,
con ellos de la mano, entretenido,
los recibo en mis horas para adentro.

¡Ay los versos, poemas entre olvidos,
las palabras cantoras, los acentos,
verdades de infinitos saturados,
vibrando los silencios del momento!



DE TANTO SOÑAR LO HUBE ENCONTRADO

Muchos cielos mis ojos han mirado,
sus lunas y claveles conocido,
náufrago y desterrado soy sentido,
mandato que un amor me fue encargado.

Tanto tiempo tardé en haberlo hallado,
y al fin, en soledad, casi perdido,
que de tanto vivir fui renacido,
y de tanto soñar lo hube encontrado.

A la falta de luz hube esperado,
gracias doy a tan dulce sol venido,
tan así de sentirme ya querido,
tan así de encontrarme tan amado.

PALABRAS MUDAS JUNTO ALGÚN SILENCIO

Blanco, de color blanco, nieve y alba
del pájaro que canta: pensamiento
alado. Así son sus trinos suaves
que mecen complicadas olas tibias;
mensajeros que traen de otros soles,
de otros párpados íntimos y tenues.
¡Quién pudiera soñar sus notas breves,
quién adentrarse en íntimo castillo
capaz de sonreír; gozar siquiera!

El árbol se estremece, luna duerme;
en el suelo la sombra, que no es sombra,
se entretiene entre cándidos vaivenes.
…Y yo, que nunca llego a comprender
su tamaño misterio, balbuceo
palabras mudas, junto algún silencio,
que al pronunciarse nunca dicen nada.
TE VEÍA AL PASAR POR ALLÍ
¡Qué sólo estabas, lirio blanco,
 blanco lirio, qué sólo estabas!,
aprisionado, dentro de  la hendidura del muro,
de la historia un olvido y de los libros.
El muro que, envejecido y ya muerto,
sufría los embates de sus olas,
quiso que allí nacieras, lirio blanco,
blanco y azul o azul y blanco;
brillante lirio, turquesa inasequible,
de belleza lleno y olvido exuberante.
No estabas al alcance de las manos,
sólo a la vista estabas, tan sólo para que te vieran mis ojos.
Te veía al pasar por allí;
se me ensanchaba el alma por tu belleza tan insólita.
Descubrí que la inmensa soledad,
la soledad del alma, no puede ser baldía en su belleza,
pero, ¿puede estar sola el alma,
aunque a su alrededor esté la soledad, el silencio,
lo íntimo consigo mismo, como tú, lirio del muro?
Y descubrí que incluso el muro viejo,
puede dar vida entre sus grietas
en los surcos ya rotos de su tiempo.
El hombre se hace viejo, es verdad, viejo,
y es sombra de algún árbol, extendido y fuerte.
El hombre viejo, ya piedra, ya rama, ya hoja,
con la seguridad infinita de lago acumulado,
sin límite de espacio ni final del horizonte,
es un barco que zarpa con su rumbo por siempre desconocido.
Día a día, golpe a golpe, como dijo el poeta,
¡cuánta felicidad que no recuerda!
¡Cómo gozar si muerto está el pasado!
…¡y qué es la felicidad!, sino el saberse vivo,
el saberse útil, el ser espejo del alma que tiene,
el ocupar un sitio, el único, el de nadie:
¡Ser sombra del ancho árbol!,
como el ya viejo muro, como el lirio inmortal
que estaba allí, tan blanco y azul, o azul y blanco,
que allí estaba.